Rodolfo Rosas Moya, desarrollador al que el magnate Donald Trump señaló como causa de su ira para, más bien, justificar su racismo hacia los mexicanos, nos cuenta la historia de esta relación en el curso de una plática sobre sus experiencias en el desarrollo de infraestructura pública, en la planeación de ciudades como Playa del Carmen y Tulum, y en la proyección de comunidades como Aldea Zama.
Había pasado el huracán Wilma, en octubre del 2005, cuando Rosas escuchó en una reunión de gobierno: “Noticias de que para el mundo Cancún desapareció; pónganse a pensar qué vamos a hacer”. Y a Rosas se le ocurrió proponer el concurso Miss Universo en Cancun. Él, sin embargo, no fue el organizador, sólo ofreció sus contactos, el principal con Pedro Rodríguez, cuya empresa, Grupo Promotor MU, fue contratada para organizar junto con Miss Universe LP, propiedad de Trump, el concurso.
Participe consiguiendo el patrocinio del Gobierno de Chiapas, adicionalmente al del Gobierno de Quintana Roo.
Empezaron las juntas de trabajo en las que yo no participaba, pero me enteré de pleitos entre la organización de Miss Universo y la empresa MU. Miss Universo exigió condiciones fuera de contrato amenazando con cancelar el contrato. Entre los Gobiernos de Quintana Roo, Chiapas y el de la Ciudad de México pagaron 6 millones de dólares a Miss Universo.
“Hubo pleitos increíbles provocados por la empresa de Donald Trump; él exigía gastos excesivos según me enteraba por los organizadores. Es cierto que el evento fue un éxito en pantalla pero de lo que sucedía atrás, nadie sabía. Tres o cuatro años después del concurso, me dijeron que tenía embargadas unas propiedades. Desconocía de dónde salió este problema, pero resulta que la empresa de Donald se dedica a demandar y a demandar a quien puede; son demandas por cantidades desorbitantes de dinero.
“En mi caso se trató de un embargo precautorio que terminó perdiendo.”
Rodolfo Rosas es, de profesión, ingeniero civil. Empezó en los años 80 como constructor de infraestructura y obras públicas en Yucatán y Quintana Roo. “Fue así”, cuenta, “como en el año 2003 le propuse al gobierno del estado crear el nuevo centro urbano de Playa del Carmen; sacar el centro de la ciudad al otro lado de la carretera, por dos motivos: uno, para ordenar el área turística y otro, para darle un uso y un valor al otro lado de la carretera, porque sólo se veía de la carretera hacia el mar se hizo y así desarrollé el nuevo centro urbano de Playa del Carmen”.
Con esa experiencia, puso su mira en Tulum. “Dije: hay que salvarlo y planteó un proyecto urbano donde se pudiera contemplar vivienda, desarrollos turísticos y mucha cultura. En 2007 empiezo con otros inversionistas a desarrollar Aldea Zama en 80 hectáreas; es básicamente un ejemplo de cómo desarrollar Tulum. Hay otro proyecto junto a ese, Maya Zama, que está en planeación sobre 300 hectáreas. En Aldea Zama hay unos 30 desarrolladores que ya invirtieron, y hay nueve proyectos ya construidos.
“Lo interesante de Tulum es que es un lugar en el que todavía estamos a tiempo de cuidarlo. Cuidarlo para que pueda ser un destino de viajeros, más que de turistas. El turista es el que viene a tomar fotos, tequila y agarra la fiesta; viene a divertirse. El viajero busca una experiencia. Pocos lugares en el mundo te dan esa experiencia. El viajero es el que te puede pagar mejores tarifas, es la gente que ya no necesita que le des un hotel con mármol y lámparas preciosas o con un gran lobby, sino simplemente busca un lugar al que pueda ir y encontrarse consigo mismo, un lugar tranquilo, que tenga comodidades pero sin distractores. La gente de nivel económico alto busca eso. La mayoría de los inversionistas lo tienen claro”.
Por su parte Rodolfo Rosas tiene muy claro que cualquier desarrollador debe ser “amigo del medio ambiente”. “Todos los desarrolladores deben tener un compromiso social porque lo que hacen deja algo para el destino y la historia, porque si hacemos las cosas bien Tulum va a ser un lugar exitoso y si hacemos las cosas mal, va a fracasar; ese es el tema de la sustentabilidad”.
Como parte de la responsabilidad social que caracteriza a sus empresas, Rosas organiza eventos con la comunidad. “Hicimos un concurso de cocina maya, sobre todo en la zona de Carrillo Puerto. Hicimos la convocatoria donde se les invitaba a las poblaciones y exponían sus alimentos; tres de cada poblado venían y elegíamos a un ganador; hubo una final donde invitamos a chefs reconocidos. Y de ahí nació el Tianguis orgánico en Aldea Zama, donde hay artesanías, mermeladas, dulces; todo hecho allá. Cada vez va más gente y estamos promoviendo que los turistas y los hoteleros nos visiten. Es algo que a la larga va a ser interesante.
“Bueno, lo que buscamos es que la gente conozca lo que se produce aquí pero también que se integre, que se sienta identificada. En Aldea Zama, en un parque , proyectamos eventualmente una película , precisamente para que la comunidad se empiece a conocer; ahí viven unas 200 personas. La gente convive, se conoce, platica”.
Recientemente Rosas asistió a la presentación de la Ley Inmobiliaria con la que, dice, “buscamos que las personas que se dedican a vender bienes inmobiliarios, sean certificados, que estudien y se les prepare como requisito para mantener la licencia; de igual forma, si hacen algo que incumpla la ley, que puedan perder la licencia; de esa manera profesionalizamos esta actividad.
“Ahora ya cualquiera se hace vendedor de bienes raíces, y eso provoca mucha confusión. Ser un buen vendedor es un arte; tienes que tener muchos conocimientos y preparación porque, de entrada, tienes que estar seguro de que cuando vendes algo, es un producto que existe, que está legalmente en orden, que no vas a crear un problema entre el comprador y el vendedor con tal de cobrar una comisión.
“Esta propuesta de ley vino por nuestros presidentes actuales AMPI Miguel Ángel Lemus, Ileana Cantillo y Javier Villalobos, la trabajaron y en conjunto con el gobierno se presentó ante el Congreso de Quintana Roo”.
El corporativo que reúne a todas las empresas de Rodolfo Rosas se llama Grupo R4. “Tengo cuatro hijos y todos sus nombres empiezan con R, por eso decidimos ponerle este nombre. Y efectivamente, después de 15 años de haberlo nombrado así, los cuatro trabajan conmigo enriqueciendo el Grupo en diferentes áreas del corporativo”.
Rosas vive en Mérida pero viaja constantemente a Quintana Roo, principalmente a Tulum y Playa del Carmen. En la capital yucateca está consolidando algunos proyectos en desarrollos habitacionales y marinas turísticas. Pero lo que más le importa en la vida es, confiesa, su familia: “mi esposa Gabriela, mis hijos, mis nietos. Tengo cuatro tres nietos que me cambiaron la vida; ellos hicieron que me diera cuenta de que necesitaba más tiempo para mí y mi familia”.
Sin embargo, también me apasiona “crear, crear cosas nuevas, innovar. Antes operar el negocio me gustaba mucho, pero ahora todo lo que tiene que ver con la creación, planeación y desarrollo”.
Y concluye con un consejo a las nuevas generaciones: “cuando quieran crear algo nunca deben olvidar estas cosas: considerar el tema social, el ambiental y el económico. Esa mentalidad está en las nuevas generaciones que crecen con estos temas como algo importante en su desarrollo; yo, con trabajo, tuve que ir aprendiendo. Tropecé y me levanté; me han dicho que tengo suerte contesto: “a todos nos llega la suerte aunque normalmente pasa entre las seis y siete de la mañana.