Una tarea como la de ser padres se prolonga durante toda la vida: embarazo, crianza del bebé, primeros años de infancia, pubertad, adolescencia, juventud… Sin embargo, si hay un hito que marca un antes y un después en la relación padres e hijos, es cuando éstos se independizan, lo que se conoce como “síndrome del nido vacío”. ¿Cómo afectará esto a la relación entre ambos? ¿Qué les supuso a los padres marcharse de casa en su momento? ¿En qué condiciones lo hicieron ellos y en cuáles lo hacen sus hijos ahora?
Este proceso es comúnmente conocido como el “síndrome del nido vacío”, ya que es normal que cuando los hijos se marchan de casa aparezcan en los padres sensaciones de vacío y soledad. Aunque sin duda supone cambios para progenitores de ambos sexos, se ha considerado como más estresante para las mujeres, posiblemente porque tradicionalmente han adoptado el rol de cuidadoras.
Es normal que, cuando esto se produce, aparezcan también sentimientos como la pena: se acaba un ciclo, y el contacto será ahora más espaciado y no en el día a día, por lo que los padres dejarán de estar al tanto de salidas y entradas, de conocer los entresijos del día a día de sus hijos,… Ahora habrá que buscar nuevos espacios o tiempos para reunirse y visitarse. Es importante decir que la pena también aparecerá en los hijos, ya que para ellos también es el fin de una etapa: dejan atrás la que posiblemente haya sido su casa durante toda su vida, y se inician en una nueva andadura totalmente desconocida… “¿Qué tal me organizaré ahora? ¿Llegaré a fin de mes? ¿Qué tal me irá con mi pareja, amigos o viviendo sólo?”
Sin duda, si la relación entre padres e hijos es buena, con la confianza como base, esta transición será más fácil. El proceso será más sano y llevadero si se trata de una decisión meditada y no de una tomada desde el enfado o la rabia. El que los hijos hayan podido comunicarlo a los padres con tiempo ayudará a que estos puedan ir elaborando la noticia. También el que los padres puedan ser partícipes puede ayudar a ambas partes en este proceso, por ejemplo, visitando pisos, con la decoración,… o en la forma en la que consideren oportuna.
Volviendo a los sentimientos de los padres, además de la pena, tal y como decíamos al principio, quizás el sentimiento más importante que aparezca sea el de soledad y vacío: Ha quedado un hueco en el hogar. Y el “hueco” es tanto físico (“¿qué hacer con la que era la habitación del hijo/a? ¿mantenerla, hacer un cuarto de invitados, un estudio?”) como psíquico.
Quizás sea también importante pensar cómo ha sido la vida de los padres durante la crianza de los hijos. Muchas mujeres (aunque bien es verdad que cada vez menos) deciden o decidieron quedarse en casa para criar a sus hijos, por lo que el “ser madres” se convierte es su rol principal. Para éstas quizás el vacío sea todavía más significativo, ya que con la marcha de los hijos el “hueco” que les queda a ellas es mucho más grande. Quizás aquí puedan (re)plantearse qué cosas les gusta hacer a ellas, dónde o cómo se encuentran a gusto: quizás sea un buen momento para retomar hobbies o actividades que quedaron aparcadas cuando no había tiempo suficiente. En muchas ocasiones será necesaria la terapia psicológica.
Parece de mucha importancia el que, sin perder de vista que ser padres supone cuantioso tiempo, implicación y dedicación, los padres puedan tener sus actividades propias al margen de la parentalidad: antes de ser padres eran hombres y mujeres, con sus deseos propios, y aunque los hijos hacen que las prioridades cambien, el tener actividades propias puede ayudar a que cuando los hijos se marchen no se desaparezcan con ellos todas las esperanzas y expectativas. Este proceso supondrá también una nueva etapa para la pareja, donde tendrán que reencontrarse y donde volverá a haber tiempo juntos sin los hijos.
A pesar de que hasta ahora hemos estado hablando las cosas que suponen dificultades, no podemos olvidar lo positivo de toda esta etapa: si los hijos quieren independizarse, es porque sin duda los padres han hecho muchas cosas bien. Les habrán transmitido seguridad en el sentido de que ellos pueden solos, que son capaces y de que aunque no será del todo fácil, es el siguiente paso para que puedan seguirse desarrollando como personas. Separarse de los padres para iniciar una nueva vida propia. Quizás es parecido a cuando los padres enseñan a los hijos a montar en bicicleta: Primero con ruedines y con el papá o la mamá dirigiendo el manillar, para pasar después a poder ir sin ruedines y con el papá o la mamá cerquita,… hasta finalmente poder ir solos del todo, con los papás viendo sonrientes como emprenden el camino por su cuenta.
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