Medio Alternativo del Sureste.- Las impresoras 3D ya nos han dado buenas muestras de su potencial, y aunque su aceptación y popularidad se han visto algo frenados este año, siguen confirmando la versatilidad que tienen sus capacidades.
Un nuevo ejemplo de ello es Strati, el primer coche eléctrico impreso en 3D. Este modelo de dos plazas es el resultado de cuatro meses y medio de trabajo de Local Motors, una empresa que ahora promete que los futuros modelos podrían diseñarse en apenas seis semanas e imprimirse en tan solo 24 horas.
Una de las características más notables de Strati es su simplicidad: el coche eléctrico creado por Jay Rogers consta de tan solo 49 piezas, mientras que un coche convencional tiene unas 25.000 piezas de media. «Si puedes hacer el vehículo de un solo material», explicaba este empresario, «puedes reducir de forma dramática el número de piezas».
¿El principio de una tendencia?
Hay ciertos elementos que no es posible imprimir -motor, ruedas, suspensión-, pero el resto de las partes del coche se pueden crear usando un plástico de fibra de carbono reforzado que según Rogers tiene la misma dureza que un aluminio de grado medio. El equipo de desarrollo del Strati está trabajando en mejoras futuras para proporcionar «distintas flexibilidades o compresibilidad» para el material base, lo que permitiría por ejemplo tener acabados plásticos más suaves para los asientos.
Las especificaciones de este coche eléctrico, no obstante, son modestas: se trata de un vehículo totalmente eléctrico con transmisión automática -una sola marcha-. La batería es de 6,1 kWh, lo que garantiza una autonomía de 100 km, y se carga en 3,5 horas. El motor tiene una potencia de 5 o 17 bhp (Brake Horse Power), y su velocidad máxima es de aproximadamente 80 km/h.
El Strati, afirma su creador, estará rodando por las carreteras en los próximos 12 meses, y aunque el coste del coche estará entre los 18.000 y los 30.000 dólares, su precio bajará de forma sensible durante las primeras semanas. Ahora queda por ver el recibimiento de la industria, los reguladores -veremos si cumple los mínimos de seguridad que asegura su creador- y, por supuesto, sus potenciales compradores.